lunes, 7 de octubre de 2013

07

El joven se agachó y miró esa mano preguntando con susurros quién era. Una leve voz
de mujer le dijo que no temiera.

 -¿Nieves? Muéstrate, u oscureceré todo.

Inmediatamente del hielo surgió una mujer joven con el pelo blanco corto y ondulado,
con un manto blanco cubriéndole el cuerpo. Tenía los ojos azules casi blancos. Estaba
muy nerviosa, miraba a Draker y seguidamente al suelo. El chico la abrazó.

 -¿A qué has venido? No deberías salir, más vale que no nos encuentre Oscar.

La mujer intentó contener las lágrimas.

 -Quería verte, estás tan alto…
 -Tranquila mamá, estaré bien, y más ahora que tengo gente que me ayuda.
 -¿Quiénes?
 -Los hijos de Carlo.
 -No se… serán el triple de problemas, ellos son hijos del calor y tu del frío.
 -No te preocupes, vete, rápido.

Nieves se marchó mirando al suelo con lágrimas en los ojos.

Amanecía. Draker bajó al dormitorio al mismo tiempo que Magno subía al piso
blindado.
El dios de la noche se acostó, cerró los ojos, pero aún no dormía. Sintió que alguien
entraba sigilosamente en la habitación. Lentamente fue oscureciendo más y más el
dormitorio, pero la presencia seguía acercándose. Cuando notó que estaba casi sobre su
cabeza estiró el brazo y agarró al intruso del cuello. Oyó gritar a la niña. Soltó de
inmediato y la tenue iluminación del cuarto volvió.

 -Lo siento, perdóname por favor, no sabía que eras tú.
 -Ay Draker, me has hecho daño. –Se quejó Desiret mientras se acariciaba
el cuello. – Quería desearte dulces sueños.
 -Entrena mucho.

El joven se durmió y la niña subió corriendo las escaleras. Magno y Desiret entrenaron
sin descanso toda la mañana, los poderes de la chiquilla aumentaban a pasos
agigantados. Ya podía deshidratar cualquier cosa por evaporación, hacer surgir tierra de
la nada y hasta crear ilusiones.
A mediodía los tres se reunieron para comer en el salón y por la tarde los tres
entrenaban juntos en el piso superior.