miércoles, 23 de abril de 2014

08

   -Vaya, vaya. Draker se nota que no desperdicias tus solitarias noches aquí
arriba. –Comentó Magno con una sonrisa desafiante y el cigarro entre los dientes.
   -Lo siento pelirrojo, ya se a donde quieres llegar, guardaré todo lo que
aprenda para que Oscar escarmiente.
   -Ingenuo, los dioses no escarmientan, somos egoístas y orgullosos.


      Pasaron exactamente dos semanas demasiado tranquilas. Draker estaba algo paranoico,
creía que en cualquier momento aparecería algún dios único y si no aparecía acabaría
dañando a Desiret por accidente. Tenía que andarse con mucho cuidado.

Una mañana como otra, bajó al dormitorio y antes de dormirse sintió una
sigilosa presencia que se acercaba a él despacio. Miró hacia la puerta por el rabillo del
ojo pero no vio a nadie. Oscureció totalmente la habitación y esperó a que se acercara
algo más. La presencia no se detenía, no se tropezaba siquiera a causa de la oscuridad.

El joven comenzó a enfadarse cada vez más y a enfriar la tensa atmósfera. Cuando la
presencia estaba casi encima de él, se giró bruscamente, estiró el brazo y agarró al
extraño de la muñeca. Era una muñeca mucho más ancha y fuerte que la de Desiret.
Levantó un poco la vista hasta ver la cara del individuo que se había colado en su
habitación.
Era un hombre de raza negra, el pelo lleno de rastas y vestía completamente de negro. Solo el
brillo de sus ojos se distinguía en la densa oscuridad.
Draker se quedó paralizado mirándole a la cara. El extraño sonrió, sus blancos dientes contrastaban en la abundante oscuridad que reinaba en el dormitorio y pronunció con una leve risilla:

-Te encontré.

El individuo levantó su musculoso brazo y le dio un puñetazo a Draker en
la cara. Éste salió disparado contra el armario rompiendo la puerta.
Dolorido intentó levantarse pero no pudo así que se dirigió arrastras hacia la puerta,  a dos metros de ella fue detenido por el extraño.

   -Ah que desobediente, siéntate y habla conmigo.
   -Magno… -Dijo costosamente con roncos susurros el joven dios de la
noche. -…Oscar.
   -¿Magno? Ja ja, ¿No te vales por ti solo?

El misterioso era Oscar, dios de la oscuridad. La débil voz no era audible en el piso
blindado de arriba. Oscar levantó a Draker de la coleta y lo lanzó sobre la cama.
El chico se sentó sobre el colchón frente a su padre e hizo que una estalactita surgiera
del techo y le atravesara la cabeza a Oscar. Éste sonrió, se dispersó como una sombra y
volvió a un estado sólido.

-Olvidas que soy la oscuridad, atacar a tu padre con un trozo de hielo… me siento
ofendido...


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