-No puedes. –Contestó Nacho. -¿Recuerdas lo mal que lo pasaste debajo de
las escaleras? Con tu hermano estarás mejor.
-¿Mi hermano?
-Si. Además estaré al lado, tranquila.
-Pero el fuego me da miedo.
-No te va a hacer daño. Te lo prometo. –dijo Nacho. Y entró en la habitación
para dejar en el armario la capa.
Los tres subieron las escaleras de madera y llegaron al piso de arriba totalmente
blindado por todas partes. Magno cerró la ancha puerta de las escaleras y le susurró algo
al oído a Desiret.
-Bien, cuando estemos los tres al mismo nivel podremos entrenar juntos.
Desiret prueba lo que te he dicho.
La niña se concentró y el aire comenzó a calentarse poco a poco, pero en mucha menor
medida que cuando lo hizo Carlo. Nacho mantenía su cuerpo frío a la vez, pues ya
empezaba a sudar. Magno pensó un momento.
-Bueno supongo que para ser la primera vez, no está mal.
Por la noche Magno y Desiret bajaron a dormir. Draker siguió entrenando en el piso de
arriba. De pronto se oyó un golpe desde el piso de abajo y un “joder” a gritos del dios
del fuego.
Draker bajó rápido las escaleras y abrió la puerta del dormitorio de una patada. Puso
toda la habitación a oscuras y observó con atención. Se encontró a Magno sentado en el
suelo apoyado en el armario abrazado a sí mismo y a Desiret aún dormida.
-¿Qué ha pasado aquí? –Susurró Nacho.
-Capullo enciende la luz.
La habitación se fue iluminando poco a poco.
-¿Me vas a contar lo que pasa? Me habéis asustado.
-Esta cría está helada, no había pensado que el desierto por la noche era frío. He intentado calentarla pero puede conmigo.
- Duerme en el otro dormitorio si quieres, yo duermo al amanecer.
-De acuerdo, siento haberte asustado.
Oscurecer todo el piso de arriba, helar el ambiente, crear hielo, incluso consiguió
solidificar una sombra y controlarla a su antojo. Draker iba progresando gradualmente...
De una de las estalactitas de hielo que colgaban del techo, apareció una pálida mano fría
que le acarició la cara.
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