lunes, 9 de septiembre de 2013

06

 -No puedes. –Contestó Nacho. -¿Recuerdas lo mal que lo pasaste debajo de
las escaleras? Con tu hermano estarás mejor.
 -¿Mi hermano?
 -Si. Además estaré al lado, tranquila.
 -Pero el fuego me da miedo.
 -No te va a hacer daño. Te lo prometo. –dijo Nacho. Y entró en la habitación
para dejar en el armario la capa.

Los tres subieron las escaleras de madera y llegaron al piso de arriba totalmente
blindado por todas partes. Magno cerró la ancha puerta de las escaleras y le susurró algo
al oído a Desiret.

 -Bien, cuando estemos los tres al mismo nivel podremos entrenar juntos.
Desiret prueba lo que te he dicho.

La niña se concentró y el aire comenzó a calentarse poco a poco, pero en mucha menor
medida que cuando lo hizo Carlo. Nacho mantenía su cuerpo frío a la vez, pues ya
empezaba a sudar. Magno pensó un momento.

 -Bueno supongo que para ser la primera vez, no está mal.

Por la noche Magno y Desiret bajaron a dormir. Draker siguió entrenando en el piso de
arriba. De pronto se oyó un golpe desde el piso de abajo y un “joder” a gritos del dios
del fuego.
Draker bajó rápido las escaleras y abrió la puerta del dormitorio de una patada. Puso
toda la habitación a oscuras y observó con atención. Se encontró a Magno sentado en el
suelo apoyado en el armario abrazado a sí mismo y a Desiret aún dormida.

 -¿Qué ha pasado aquí? –Susurró Nacho.
 -Capullo enciende la luz.

La habitación se fue iluminando poco a poco.

 -¿Me vas a contar lo que pasa? Me habéis asustado.
 -Esta cría está helada, no había pensado que el desierto por la noche era frío. He intentado calentarla pero puede conmigo.
 - Duerme en el otro dormitorio si quieres, yo duermo al amanecer.
 -De acuerdo, siento haberte asustado.

Oscurecer todo el piso de arriba, helar el ambiente, crear hielo, incluso consiguió
solidificar una sombra y controlarla a su antojo. Draker iba progresando gradualmente...
De una de las estalactitas de hielo que colgaban del techo, apareció una pálida mano fría
que le acarició la cara.

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